miércoles, 18 de julio de 2007

Las aves de las noches de verano



En la antigüedad, la gente observaba curiosa aquellas pequeñas luces que cuajaban la bóveda celeste al ocultarse el Sol, esos miles de estrellas que adornaban con su brillo la oscuridad de la noche. Fueron ellos los que las ordenaron como figuras del cielo, o constelaciones e inventaron las historias que las acompañan.

En las largas y cálidas noches de verano que mejor espectáculo que observar tres de las constelaciones que presiden este cielo, Cisne, Aguila y Lira, también conocidas como "Las Aves del Jardín de Estínfalo". Son muy fáciles de localizar; comencemos por Cisne, una gran cruz que cruza septentrionalmente la Vía Láctea y cuya estrella principal, Deneb, que en árabe significa "cola", nos muestra la dirección en la que se encuentra el Norte. Aguila, siempre situada bajo el cobijo de Cisne, una constelación más pequeña y cuya estrella más brillante es Altair, águila en árabe. Y Lira, pequeñisima constelación en forma de triángulo situada al oeste de Cisne y cuya estrella más brillante es Vega.

La legendaria historia que las acompaña nos habla de uno de los héroes clásicos más famosos, Hércules. Hijo medio mortal de Júpiter dotado de una gran fuerza y destreza. Hera no cesaba en su intento de castigarlo y movida por el odio que sentía, una noche inocula la locura en él y esté, perdiendo el control de sus actos, da muerte a su propia familia. Horrorizado por su acto, el héroe quiere suicidarse pero el Horáculo de Delfos le propone una manera de expirar sus culpas, cumplir doce trabajos. Uno de ellos consistía en dar muerte a las famosas Aves de Estínfalo.

Eran unas aves que tenían picos, alas y garras de bronce y cuyos excrementos venenosos arruinaban los cultivos y en ocasiones atacaban al ganado o a la población. El héroe se dirigió a Estínfalo, y ahí se encontró desolado pues la misión era especialmente difícil de completar: las aves eran demasiadas para sus flechas y su descomunal fuerza no le servía de nada. Entonces apareció Atenea y le socorrió dándole un cascabel de bronce y le mandó que la tocara desde una colina elevada, al hacerlo las aves asustadas emprendieron vuelo y nunca más se les volvió a ver en el bosque y el lago.

Los dioses, como forma de honrar al héroe, decidieron convertir a las tres aves en estrellas y subirlas a los cielos para que todo el que las viera, conociera la proeza de Hércules. Junto a ellas y con una flecha cargada en su arco, colocaron a Hercules que las vigila eternamente.
MJos

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